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Emotivo: el gesto que unió a la Bombonera en un momento único para Nacho Russo

La intensidad del recibimiento xeneize y el reencuentro del delantero de Tigre con el recuerdo de su padre marcaron la noche del delantero en La Bombonera.

La Bombonera vivió una noche donde el fútbol pasó a segundo plano frente a la emoción colectiva. En el regreso de Nacho Russo al estadio como jugador de Tigre y no como acompañante en el homenaje, los hinchas de Boca lo recibieron con una ovación que fue, en verdad, un abrazo para la memoria de Miguel Ángel Russo, fallecido el 8 de octubre.

Desde el primer momento en que los equipos salieron al campo, los cánticos se hicieron sentir: “Olé, olé, olé, Russo, Russo…”,retumbó desde las cuatro tribunas y obligó a detener por un instante la atmósfera netamente deportiva para transformarla en un acto de reconocimiento y de consuelo colectivo. El delantero, visiblemente conmovido, respondió con aplausos y gestos que tradujeron gratitud y sorpresa al mismo tiempo.

Antes del pitazo inicial, Nacho había manifestado que viviría un momento “como de película”, consciente de la carga sentimental que arrastraba su visita al estadio. Aunque intentó mantener la concentración necesaria para un partido competitivo, la experiencia fue más que un desafío futbolístico: fue una prueba de equilibrio entre la profesionalidad y la emoción personal.

Durante el encuentro, Russo mantuvo el foco en su tarea en la cancha; fuera de ella, se permitió los gestos humanos: saludó al cuerpo técnico de Boca, estuvo cerca del banco rival y compartió instantes breves con quienes habían trabajado junto a su padre. Esa cercanía sin pompa fue interpretada por la gente como una forma de acompañamiento que, en boca de los hinchas, se transformó en un gesto de afecto hacia toda la familia Russo.

Al término del partido, la escena más simbólica se produjo cuando el club le entregó la camiseta conmemorativa que había sido lanzada al cielo con globos durante el homenaje anterior y que, semanas después, apareció en un campo uruguayo: tenerla en sus manos significó cerrar un círculo y recuperar un objeto cargado de significado. En la entrega no hubo discursos; lo que hubo fue llanto contenido, abrazos y palabras sencillas que resumieron el espíritu de la noche.

“Emocionalmente fue muy fuerte. Él estaba acá hace poquito. Yo tenía que cumplir, estoy en Tigre. Queríamos ganar. Eso tuvo un condimento especial en lo previo. Después, cuando arrancó el partido, me enfoqué en tratar de ganar. Veré si puedo tratar de disfrutar algo más dentro del enojo. Voy a tratar de salir un poco y disfrutar lo que pueda”, afirmó.

“Debe estar contento que quedaron primeros”, dijo Nacho entre lágrimas, en una frase que condensó agradecimiento y consuelo. Esa declaración, sencilla pero potente, fue la síntesis de una jornada en la que la Bombonera, una vez más, demostró que el fútbol puede ser también un refugio para las emociones compartidas, más allá de los colores y las camisetas.

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