El análisis de restos arqueológicos y tecnología avanzada permitió rastrear una ascendencia regional que persiste desde hace más de 8.500 años.
Un linaje propio y eventos migratorios
Entre los aspectos analizados se encontró una diferenciación genética entre las poblaciones del Cono Sur y otras regiones sudamericanas, que comenzó al menos hace 10 mil años. Esta diferenciación inicial ya se observa en un individuo proveniente de la región pampeana de la provincia de Buenos Aires, comparado con individuos de la región andina de Perú y del centro este de Brasil de la misma antigüedad.
Este linaje participó en tres eventos migratorios principales. Se integró al noroeste argentino, donde se mezcló con el componente andino; avanzó hacia la región pampeana, donde se transformó en la ascendencia principal hace 800 años; y migró al Gran Chaco, donde se incorporó a la ascendencia amazónica. Según los resultados, nunca existió un reemplazo completo de las poblaciones: la evolución fue local y continua, con incorporación de nuevas mutaciones y características propias.
Los datos muestran que, en contraste con otras zonas del mundo donde los desplazamientos y reemplazos poblacionales fueron frecuentes, en Sudamérica predominó la permanencia prolongada de grupos humanos en los mismos territorios durante milenios.
Actualmente, el componente genético central coexiste con ascendencias de Eurasia occidental y África subsahariana que ingresaron luego de la conquista.
“Argentina, y el centro en particular, estaban subrepresentados en los estudios paleogenómicos. El hallazgo de un linaje sudamericano previamente desconocido demuestra que nuestra comprensión del poblamiento de América aún tiene vacíos”, resaltó Nores. Estos resultados avanzan en el objetivo de reconstruir la historia evolutiva de Sudamérica a partir de las huellas del ADN antiguo, mostrando que la diversidad y el origen de sus pueblos resultan todavía un desafío para la ciencia.
La identificación de este linaje extiende la historia genética de la región a horizontes antes insospechados, confirma la profundidad del arraigo de los pueblos originarios y refuerza la importancia de la ciencia argentina en la investigación paleogenómica internacional.

