Se trata de un mecanismo electoral muy difundido en el mundo pero poco conocido en nuestro país, ya que sólo se utilizó una vez en 2015. Tiene una lógica propia que es importante comprender.
La segunda vuelta electoral o balotaje (ballotage en francés) es un procedimiento que se utiliza para determinar un ganador en el caso de que en la elección general o “primera vuelta” ninguna opción hubiera alcanzado una determinada mayoría. El objetivo de este sistema es que la opción ganadora tenga un amplio apoyo social y no exprese solo las preferencias de una minoría intensa como puede ocurrir en las elecciones que se ganan teniendo simplemente más votos que las otras opciones (mayoría simple o relativa).
El origen de este sistema fue en la Francia del siglo XIX inspirado en los trabajos de un filósofo, político y matemático francés, Nicolas Caritat Marqués de Condorcet, quien analizo los sistemas de votación de fines del siglo XVIII, todos de mayoría simple y encontró que muchas veces producían ganadores poco representativos de las preferencias de los votantes. Más aún esos “ganadores minoritarios” perderían si la elección fuera un “mano a mano” con otros candidatos. Así se denomina “ganador Condorcet” a aquella opción que le gana a todas las demás en elecciones por pares.
Supongamos que un candidato “extremo” de izquierda o de derecha, por ejemplo, obtenga el primer lugar en una votación con el 30% de los votos, probablemente otro candidato que sacó menos votos, pero no es tan extremo represente mejor las preferencias de los votantes. Sobre estas ideas los franceses en 1832 crearon este sistema de mayoría a dos vueltas que hoy se sigue empleando en Francia y en otros 30 países del mundo incluyendo el nuestro.
La lógica del sistema es que el ciudadano en la primera vuelta escoge la opción que prefiere y en el caso de que ésta no alcance el balotaje esta vez vota en contra de la que menos prefiere. Por eso se dice generalmente que en este tipo de elecciones se vota “a favor” en la primera vuelta y “en contra” la segunda, aunque esto es soló valido para aquellos que eligieron opciones que no alcanzaron a pasar a la segunda vuelta.
Un error que generalmente se repite en el sentido común sobre los balotajes es que en ellos el voto en blanco, el voto nulo o la abstención convienen a alguna opción en particular, lo que es totalmente falso. El ganador del balotaje es la opción que obtiene más votos validos y afirmativos que la otra con lo cual los demás votos o abstenciones no cuentan para nada. Más aún por la lógica del sistema nadie podría a estar obligado a tener que optar entre dos opciones que considera malas salvo que entendiera que uno de ellos es mucho peor que la otra, pero si las entiende similares el voto en blanco es la opción lógica.
La confusión proviene de que si en un balotaje ente A y B, para mi A es una opción mucho peor que B pero yo en vez de votar a B voto en blanco o me abstengo ahí si estoy favoreciendo a A sin quererlo.
Podemos agregar que hay diversos tipos de balotajes, por ejemplo en Francia además de para elegir presidente se utiliza para la elección de los diputados, en Chile para la de gobernadores y en Colombia también para el alcalde de Bogotá. Asimismo, son distintas las condiciones que se establecen para ganar en primera vuelta, en varios países es el 50% de los votos, pero en otros como Costa Rica, Ecuador o Argentina basta un porcentaje menor.
En síntesis, el balotaje es un mecanismo electoral muy difundido en el mundo pero poco conocido en nuestro país porque sólo se utilizó una vez en la elección nacional de 2015 y tiene una lógica propia que es importante comprender.